“No tengo recursos y es muy triste ser testigo del sufrimiento de las personas desplazadas”
12.01.2024“No sentí alegría por la llegada de mi bebé. Siento lástima por él y por las condiciones en las que nació. ¿Qué hizo este niño para venir al mundo sin una cama cómoda y cálida o incluso sin suficiente leche?”. Este es el devastador testimonio de Isra’a, una madre que acaba de dar a luz a su hijo Joud en Gaza.
Joud nació mientras ella, su marido y su hija Randa, de dos años, se refugiaban en una escuela de UNRWA en el campamento de Nuseirat. Allí llegaron tras huir del norte. Ahora, la familia se ve obligada a vivir en el hueco de la escalera de la escuela en pésimas condiciones sanitarias.
“Todas las madres conocen muy bien los dolores y el cansancio que siguen al parto y comprenden la necesidad de privacidad, un ambiente limpio, un baño personal y acceso a ropa y suministros sanitarios adecuados. Actualmente, carezco de todo esto”, se lamenta Isra’a.
La lucha por conseguir la atención adecuada o los artículos esenciales la confirma Suma, una trabajadora de UNRWA en el refugio de Nuseirat: “No hemos recibido pañales durante todo un mes. Al poco tiempo de comenzar la violencia, recibimos un solo paquete de pañales, lo dividí, le añadí otros productos de higiene y se lo di a las madres”.
A las dificultades de la familia de Isra’a se suma la condición de su hija Randa, que sufre estenosis esofágica, lo que le imposibilita la ingesta regular de alimentos. “Mi hija solo puede consumir alimentos líquidos debido a su estado de salud y ahora está deteriorándose porque no hay alimentos adecuados disponibles”.
“No tengo recursos y es muy triste ser testigo del sufrimiento de las personas desplazadas”, asegura Suma, la trabajadora de UNRWA. “Tenemos niños que requieren tratamientos costosos y no disponibles. Sus madres viven en agonía y lo único que podemos darles son pañales, agua y galletas, que también es insuficiente. Estamos hablando de unas cuantas galletas por niño cada semana o diez días”.
El sistema sanitario en Gaza está colapsado y la escasez de medicamentos lo complica todo aún más. “Tenemos pacientes con talasemia y enfermedades en los riñones. Nos coordinamos con hospitales para transfusiones de sangre. También tenemos niños con parálisis cerebral que viven en tiendas de campaña sin mantas ni colchones para dormir”, explica Suma.
Las historias de desesperación y dolor están en todas partes de la Franja. Solo un alto el fuego humanitario y la entrega adecuada e ininterrumpida de suministros pueden proporcionar la ayuda que las familias necesitan. Son las únicas vías para seguir salvando vidas.